Saturday, November 12, 2005

EL COBERTIZO

CEMENTERIO

Las cinco de la mañana es una buena hora para pensar. Los amigos salen del bar donde han tomado sus últimos cubatas. Como son jóvenes y se sienten fuertes, el run, run cerebral funciona. La idea surge como suelen hacerlo la mayoría de delirios etílicos.
- Podríamos ir al cementerio - dice uno.
Telepáticamente o no, se ponen de acuerdo. La pandilla va caminando por esa carretera de poco tránsito que lleva a la ciudad de los muertos. Allí está, a tres kilómetros del pueblo. Sus paredes encaladas derraman un extraño brillo. Les parece perfecto. La embriaguez ha convertido a los muchachos en expertos guerrilleros de asedio. Encuentran el punto débil como guiados por lo sobrenatural. En condiciones normales, ni en sueños habría localizado el único lugar accesible que hay en el perímetro. Como Orcos trepadores penetran en el campo santo.
- No nos iremos de aquí sin desenterrar a un muerto.
- Claro, ¿a qué si no hemos venido?.
La idea vuelve a brotar de forma colectiva. Las lápidas son preciosas e incluso las hay con un retorcido sentido del humor. Van buscando alguna que sea vulnerable a la profanación, pero no es tan fácil. Hay una zona donde están enterradas víctimas de la guerra civil. La leyenda dice que si pasas por encima te pueden tragar. Un viento de superstición hace que abandonen la idea de acercarse a aquellas tumbas y deciden ir a extraer huesos del osario. La chapa de metal cede. No saben muy bien como la han abierto, pero es lo que pasa cuando se está borracho.
- ¡Mirad! - dice Juanjo, mientras ilumina el fondo con su linterna - se ven calaveras y fémures.
El resto contempla extasiado el espectáculo. A la vez se sienten impotentes por no poder alcanzarlos. Un resplandor les hace girarse.
- ¿Que cojones haces? - le recriminan todos a Pedro.
Pedro tiene la sonrisa del odio, del chico malo que desafía a Dios por su crisis de fe. La indignación del grupo es unánime. Una cosa es intentar llevarse a un muerto y otra muy distinta quemar las coronas de flores de los difuntos. Al menos esa es la lógica interna de la pandilla. Llevarse a un muerto: aceptable, quemar coronas de flores: inaceptable.
Luisito se encuentra mal y se aleja para vomitar. Luisito es un poco paria y nadie se fija en el.
Antes de que el mal rollo rompa el encanto se decide dar por terminada la expedición. Acuerdan llevarse una pequeña lápida como recuerdo ( llevarse una lápida: aceptable). Si les preguntaran como la sacaron de allí siendo tan alta la valla, serían incapaces de contestar.
La ruta de vuelta no es por la carretera, la hacen por uno de los caminos paralelos que sirven para llegar a los frutales y huertas de la vega del río. Luisito se ha quedado en el cementerio, pero nadie repara en su falta. Llegan a un puente de ferrocarril sobre el río. Allí se detienen, es como si una mano invisible los hubiera llevado a ese lugar con un propósito. Parece como si todo estuviera acordado, cogen el mármol y lo tiran al río. Al chocar contra el agua se parte en mil pedazos con un brutal estallido. Nadie se asombra, es lo lógico.
Es muy tarde, o muy temprano cuando llegan de vuelta al pueblo. Está amaneciendo y cada mochuelo se tiene que ir a su olivo.
Luisito camina por la carretera . Todavía no es muy consciente de lo ocurrido pero fue bueno. Cuando se alejó a vomitar le pareció ver a alguno de sus colegas en el cobertizo de mantenimiento del cementerio. Luisito es un paria pero no asustadizo. Quería devolverles la jugada y se acercó cautelosamente hasta allí para asustar a esos cabrones. Entró despacio por una puerta de hierro oxidada. Al fondo se veían herramientas y el acceso a una sala que permanecía en completa oscuridad. Luisito le dio al interruptor de la luz y se quedó mirando con cara de jueves. Allí dentro había una niña de unos diez años de edad. Tenía el cabello negro y largo, su sonrisa era angelical y estaba vestida con un liviano camisón. Los acontecimientos que siguieron le sumieron en una estupefacción al principio y en una reconfortante sensación de plenitud después.
Luisito era un ateo integral, por eso es muy difícil que nadie pueda asustarle. Con lo de Ateo integral queremos decir que le importa un pito cualquier cosa. No es que niegue o deje de negar que existan acontecimientos sobrenaturales, es que le da igual. Para él no es más extraño la aparición de un fantasma que el hecho de vivir en una pelota que da vueltas alrededor de una estrella. De hecho, siente un gran desprecio por los falsos ateos que se jactan de ignorar la religión cuando a la vez te van vendiendo la lógica materialista de las cosas. ¿De donde cojones sacan que lo material, visible y alcanzable es más razonable que cualquier otra chorrada?. Bueno, es lo que piensa Luisito. Tal vez por ello sea un paria. “Lo siento tío - le dice el universo -, tienes que tomar partido”.
Cuando recuerda lo que le pasó allí se sonríe. Si un espectador hubiera visto la escena, pensaría que Luisito se quedó pálido y alelado por la aparición del espectro. La verdad es que lo que le dejó pasmado fue que aquella niña le sonriera, le aceptara y se fijara en el. Ese fue el primer verdadero hecho sobrenatural que aconteció en su vida. Lo demás, si es físico, espiritual, de la cuarta dimensión del Dr. Spock o cualquier gaita, le tiene sin cuidado. Tan lógico es para Luisito que los fantasmas migren en otoño hacia los lares de Goon, como que existan los relámpagos y la arena de la playa. Pero aquella noche encontró la fe. Por fin se vio reflejado en otra persona (o lo que sea) obteniendo un reconocimiento. Después de aquello volvió muchas veces al cobertizo a disfrutar de la compañía de aquellos que le comprenden.

Monday, November 07, 2005

El JAKO DEL TURCO

Se ha apagado el sol,
las luces no se encienden,
¿se ha muerto acaso Dios,
y los soles perecen?.

eclipse19951024_08
Es de madrugada en Valencia. Kiko “el loco” y su novia se dan un homenaje de heroína en la playa.
- ¡Qué bonitas estrellas! - dice Kiko.
- Ya te digo - contesta ella.
Durante un rato todo es precioso y está en calma. La novia de Kiko es una tía de puta madre; ella si que sabe. No serán ni las cuatro cuando oyen un estruendoso golpe contra la arena de la playa. A unos diez metros se ve un bulto con forma humana sobre el suelo.
- ¿Qué ha sido eso, Kiko?.
- Un golpe, ¿no?.
- ¡Joder!. Ya lo se, ¿pero qué leches ha sido?.
- No me rayes tía, estoy de puta madre; fuuuuuu...
- Pero tío, ¿no ves un bulto allí?. Joder Kiko, parece alguien tirado. - insiste ella.
- Déjalo, seguro que lleva un buen punto.
- No tío, que igual le ha pasado algo.
Por fin deciden acercarse. Cuando están a unos pasos les tiemblan las piernas; no se lo pueden creer.
- ¡Joder Kiko!. Ya le has vuelto a pillar al “Turco” mierda en mal estado. Esto no es plan. Ese tío no es legal.
- Te juro que es buena. Ayer mismo me puse y me sentó como Dios.
- Pues yo estoy viendo a un tío con barba y de tres pisos de altura - a ella le da un ataque de risa tonta.
- ¡Que fuerte joder!, es de verdad.
- Pero Kiko, piensa. ¿Cómo va a haber alguien que mida veinte metros de largo y vestido así?. ¡Joder!, si lleva una túnica romana o algo.
- ¡Qué flipe!. Vas a tener razón. Igual al “Turco” se le ha mezclado la mercancía con pastis, no sé.
Se quedan observando al cadáver en silencio. El gigante en cuestión aparenta unos cincuenta años de edad con una enorme barba patriarcal. Le asoma por la boca una lengua del tamaño de un muslo. De pronto, el cuerpo parece brillar y la arena se lo va tragando en una especie de remolino. A los pocos minutos desaparece.
- Alucinante tú, vámonos para casa que ya hemos flipado bastante - dice Kiko.
Ella no le escucha, está mirando mosqueada el cielo. No se ve una sola estrella y la luz de la ciudad brilla con una fuerza inquietante.
Cuando llegan al paseo marítimo ven que la gente tiene el rostro aterrado y camina con rapidez. Todas las ventanas de las casas tienen las luces encendidas y se oye como un gigantesco murmullo. No son horas para tan extraña actividad. Nada más llegar a la Avenida del Puerto se encuentran con Matías junto a la iglesia. Las puertas están abiertas y parece que hay un cura dando misa. Está claro, los Valencianos se han vuelto locos.
- Matías - dice Kiko con afecto - ¿qué narices pasa que está el personal tan alterado?.
A Matías le falta un brazo que perdió por culpa de la gangrena. Siempre fue muy notas y se jactaba de picarse con la misma máquina. Tiene su mérito que tardara tanto tiempo en pillar una infección.
- No se. Bueno, dicen que se acaba el mundo o algo así.
- ¿Tu también le has pillado material al “Turco”? - le pregunta la novia de Kiko.
- No, mi jako me lo ha traído mi padre de Tailandia. Ya sabéis, como trabaja en la embajada de allí, pues cuando viene de visita tiene un detalle con la familia. A mi madre le ha traído unas bolas chinas. Pero de las guays, no de las que venden aquí ni... ¡no!.
- ¡Qué bacile!. En serio Matías, ¿qué pasa? - pregunta Kiko pretendiendo ser serio.

- Mira, cacho puto, lo vas a oír tu mismo.
Matías se acerca a un coche de los que están por allí infelizmente aparcados. Saca la varilla y sin preocuparse de si lo ve nadie abre la puerta en un plis, plas.
- Vamos todos dentro a oír la radio. - invita Matías.
Una vez que se acomodan y encienden el aparato, descubren que la mayor parte de los diales emiten ruido. En algunos se habla pero de forma histérica y entrecortada. En muchas ciudades hay disturbios, en otras calmas sepulcrales. Resumiendo, parece que las estrellas han desaparecido. Todas las estrellas han desaparecido del universo. No se cual científico de no sé donde asegura que no están, que es incomprensible, pero no están. Luego que si habrá que usar energía nuclear para calentarnos por que si no llegaremos al cero absoluto ( a Kiko le hace gracia lo del cero absoluto, le recuerda a su corta etapa de estudiante)., que si estamos condenados y no va a haber solución, etc...
- ¡Fuerte de cojones!, esto es fuerte de cojones - asegura Kiko.
- Tenemos que hacer algo - dice su novia con angustia.
- Ya te digo - dice Matías sin más.
Kiko está pensativo, parece preocupado pero en el fondo es la cara que se le pone cuando está cavilando en algo.
- ¡Ya está joder! - resuelve por fin.
- ¿Si? - le pregunta su novia.
- Bueno, que tenemos que avisar a está gente, ¿no?.
- ¿Avisar de qué? - Dicen a la vez Matías y la chica.
- Hombre, pues para qué no pierdan el tiempo, ¿no?.
Kiko sale del coche y se dirige a la iglesia seguido por su novia y el manco.
Una vez dentro se acerca a el altar donde el cura habla y habla aunque no se le entiende nada. Le quita el micrófono y habla a la multitud.
- ¡Oigan!. ¿Me soye? - pitido enorme por acoplarse el chisme.
- Esto... - prosigue - Seré muy breve. Sí, que no perdáis el tiempo, que mi novia y yo hemos visto como Dios se daba un Hostión... , perdón padre, pero es que es verdad. - Kiko retoma el hilo - . Pues eso, que se ha matado, así que no le llaméis por que no os oye. Son cosas que pasan, hoy tu, maña yo y otro día le tocará a otro. Bueno, pues le ha tocado a El. Eso, y nada, que os podéis ir.
Se forma un gran revuelo de indignación. Por ahí se oye no se qué de matar a hostias al puto yonqui. En fin, los ánimos se calman y los tres compis se van a casa de la Juaquina que tiene DVD y verán una peli. Mañana será otro... Bueno mañana será más tarde que hoy. Y yo que se ¡joder!.