Sunday, March 26, 2006

VIRGUERIAS

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El agua del riachuelo fluye saltarina hacia la cascada. Patrocinio Corvas se remanga la falda para lavarse los pies. El bosque le hace sentirse poderosa. Su madre era una bruja, una bruja mala. Ella sólo es una zorrupia que tiene que ganarse la vida. En un mundo donde las influencias son todo, ¿ por que no habría de aprovecharse también del prestigio de su difunta progenitora ? .


Eloisa, la partera, tiene los huesos molidos. Le han llamado de tres aldeas para traer a este mundo a más miserables. Uno nació muerto, eso que se lleva por delante el bastardo. Su sobrina le tiene la casa hecha un desastre y no ha acumulado la leña que debiera; si en invierno pasan frío, peor para ella.
- ¡ Barbo! - grita Eloisa llamando a su sobrina Beatriz –
¡Que ideas tuvo su hermano!, Satanás lo tenga en su Gloria. Llamar Beatriz a su hija, ¡ni que fuera una princesa!. Barbo y va que se mata. Nació muda por que a su madre la conjuraron. Eloisa lo supo bien el día en que la ayudó a nacer. Salió con la placenta de cucurucho en la cabeza, estaba claro.
- ¡Barbo!, prepara la mesa y pon algo de cenar que estoy reventada de tanto trabajo.
Mientras Beatriz obedece, Eloisa esconde en su arconcito secreto los reales que se ha ganado. Fuera de la casa, la lluvia cae con desgana pero eficaz. La aldaba de la puerta suena como si estuvieran cascando nueces. Eloisa mira a su sobrina al estilo :
“ ¿no oyes la puerta, lerda? ”.
Patrocinio entra sin decir nada, se limita a saludar con un gesto a la partera y a ignorar a su sobrina. Se sienta junto al fuego y se sirve caldo del puchero en una taza de latón.
- Me dijeron en el pueblo que me buscabas.
- Yo se que tú eres una bruja de mierda. Tu madre si que… Pero ¡en fin! – hace una pausa mientras se lleva a la boca una cucharada del guiso que ha preparado Beatriz.
Patrocinio no se ofende, sabe que Eloisa le tiene calada. Le da igual, la mayoría del pueblo le tiene miedo y eso es lo importante.
- La hija del Boticario – se limita a decir la partera.
- ¿La hija del Boticario qué?
- Que la quieren casar con un caballerete de Santiago.
- ¿Y? – se gira hacia ella poniendo más de manifiesto su estrabismo.
- Pues que no está intacta…
Patrocinio parece un poco espesa esta noche y no entiende lo que Eloisa dice con la boca llena.
- ¡ Qué es un putón verbenero, coñe !. Se la ha beneficiado medio pueblo y claro, los señoritos de la capital quieren una boda como Dios manda, ¿no se si me entiendes ?.
- Eso lo arreglaba mejor mi madre. Además no es lo mío, lo que me va es la venta de amuletos, el mal de ojo. Esas cosas.
- ¡Leches con la “fisna”!. Lo haría yo, pero tengo una reputación que mantener.
- ¿Cuánto? – pregunta de forma seca.
- Para ti veinte duros, para mi cinco por conseguirte el cliente... Y asistir a la boda. Me hace una ilusión loca. Allí en la ciudad, con gente importante. Tengo un traje que estoy deseando estrenar. A Barbo con cualquier cosa la apañamos, además para hacer de criada no hace falta vestirla de seda.
- ¡Bruja! –
Es mucho dinero, habrá que intentarlo.
- ¿Entonces está decidido? . Mañana a esta hora vendrá la zagala con su madre.




En las dependencias del Juzgado de Santiago, el cabo Alvarito “dos luces” sonríe y le da codazos a su compañero mientras escuchan lo que el Secretario le cuenta al Juez en la otra sala.
- ¿Como se llamaba la detenida que ya no me acuerdo? - pregunta el Juez.
- Patrocinio Corvas – Apunta diligente el Secretario.
El cabo “dos luces” es del mismo pueblo que Patrocinio y la infortunada hija del Boticario, la señorita Jacinta Madrazo. Le ha puesto al tanto de sus andanzas con ella apenas una semana antes de su boda y el escándalo que vino después. Estando de permiso en la aldea, se la cepillaron todos los mozos del pueblo y él no iba a ser menos.
En la sala contigua continúan examinando los datos.
- Vamos a ver, que yo me entere – reflexiona en voz alta el magistrado. – La familia Madrazo realizó el enlace matrimonial entre su hija Jacinta y Rosbustiano Pelegrín; hijo de los Condes de Ponferrada.
El Juez se levanta y sigue su discurso ante la mirada atenta del Secretario.
- En la noche de bodas que el desdichado matrimonio pasó en el propio palacete de la familia... Al parecer iban a salir de viaje de novios al día siguiente hacia las posesiones que los Condes tienen en Cuba. – añade el dato como si se tratara de una aportación cultural. - Esa noche, la criada muda de doña Eloisa, ahora detenida – apunta - , amiga de la familia de la novia y que se había hospedado en la villa de los Condes... Sin duda, tras espiar a los novios en el tálamo nupcial – agita su índice con desaprobación - , irrumpió en el salón principal, donde todavía había invitados disfrutando de la fiesta. La desdichada emitía un sonido gutural: “Ah, Ah, Ah”, solicitando auxilio.
- Perdone que le interrumpa, Señoría. Según testigos presenciales, como el Coronel del 18 Regimiento de Artillería, aseguran que la susodicha se estaba riendo.
El Juez hace un gesto con las manos como desestimando el asunto.
- ¡Da igual!. Prosigo. – eleva su mirada al cielo (techo) – Los invitados acuden a la habitación conyugal y se encuentran a Robustiano hecho un ovillo en el suelo y gimoteante. El escándalo despierta a los señores Condes y despiden a todos haciéndose cargo de la situación. ¿Es correcta la secuencia de hechos hasta aquí?.
Don Ignacio, el Secretario, asiente mientras repasa sus notas.



Jacinta Madrazo y su madre cruzan la cañada para ir a casa de Eloisa la partera. Echan miradas furtivas a los lados, no les gustaría que nadie del pueblo las viera. Eloisa es respetada y no tiene la imagen de Patrocinio, pero aun así, la gente se preguntaría cosas. No ha anochecido del todo y ya ha cantado la lechuza y el cuco; mal agüero si le sumamos la raposa muerta en el cruce de caminos.
- Bien, Patrocinio – le dice Eloisa a la bruja – En mi dormitorio te he dejado los utensilios necesarios. Yo no me puedo implicar en el asunto más allá de la mediación.
Patrocinio no abre la boca. Le hace a Jacinta Macrazo un gesto para que la siga y deja a la partera con la preocupada madre de la jovencita.
En el dormitorio hay una mesilla en la que está ordenado el material. La “doncella” se coloca en posición ginecológica sobre la cama. El chumino expuesto tiene la coloración de unas almorranas infectadas. Bueno, si el señorito de la ciudad no es muy depravado ni muy listo, tendrá la decencia de obrar a oscuras.
Repasa por última vez el material: hojas de acacia, pinzas de madera, patata pelada, salmón ahumado, quinqué... ¿quinqué?. Vale, es lo mismo. No lo ha visto hacer muchas veces pero se cree capaz.
Corta en gajos la patata pero los mantiene unidos con los dedos para que conserve su forma. Introduce la patata para que la “ventana” permanezca abierta y pueda trabajar con cierta soltura.
Selecciona una aguja de acacia bien afilada.
- Te dolerá un poco – comenta con voz siniestra.
Con las pinzas, sujeta una finísima porción de piel vaginal y la traspasa con la aguja de acacia. Va repitiendo la operación en varios puntos hasta que forma un anillo, enlazando finalmente los extremos de la puntiaguda hoja. Ahora solamente resta envolver las partes visibles de la planta en el salmón ahumado y anudarlo con cabello. El truco del asunto, recuerda que le dijo su madre , se fundamenta en que todos los pellizcos de piel menos uno que atraviese la acacia sean extremadamente finos. Si el doncel no es muy bravío o tiene el badajo aniñado, podría no rasgar las puntadas que atraviesan la piel. Por el contrario, si es percherón o aburrado, quizás arrancara todo el anillo y se le encasquetara a modo de corona sobre el cimbel. Esto es algo que podría ocurrir en cualquier caso, por lo cual es importante instruir a la novia.
- Bueno muchacha, menos mal que no te vas a quedar en el pueblo y que al ascender de círculo social no llegarán las habladurías. ¡Podías haberte cortado de zorrear una semana antes de tu boda!. Hasta el Guardia Civil idiota, ese Alvarito “dos luces”, se jactaba de haber yacido contigo.
Con mucho cuidado va sacando los gajos de la patata, uno a uno, a través del espacio que deja la “virguería”.
- Cuando tu marido te penetre y notes el desgarro, finge que te ha hecho daño. Los puntos que se suelten no te habrán hecho sangrar, puesto que solo hay piel. Retuércete para que él salga de tu cuerpo y aprovecha ese momento para meterte los dedos y estirar del “anillo”. Esto te hará sangrar un poquito y te las apañas para hacer desaparecer el señuelo. Lo mejor es que lo arrojes debajo de la cama y que al día siguiente te acuerdes de tirarlo por la letrina – se ríe Patrocinio con risa de bruja – Por que si lo encuentra el servicio por la mañana, vete a saber lo que pueden pensar. Aunque a lo mejor, como es una familia tan finolis, se creen que son los restos de algún entremés – se ríe con más fuerza.
Madre e hija abandonan la casa de la partera. Mañana saldrán para la capital camino de su futuro entre los Grandes de España.
Eloisa se ha probado el traje que llevará a la boda y está de acuerdo en que ella también podría ser una gran dama. Patrocinio sale del dormitorio.
- Ya se han ido, ¿todo bien? – pregunta la partera.
- No es por presumir – se jacta la Corvas - , pero he hecho un trabajo de filigrana y oro que ya hubiera querido para sí más de una princesa.
- ¡Bah!, yo misma lo hubiera llevado a cabo, pero mi reputación... El truco es curar al fuego con el quinqué las puntas de la aguja de acacia para que no se corra el riesgo de que se desanuden, si no, podría clavársele la acacia en el martillo, ja, ja, ¿verdad?.
- ¿Quinqué? ... Eh, ¡Ah sí!, claro, por su puesto, eso, ... curar las puntas – responde Patrocinio Corvas con cierto estupor. Eloisa no nota su turbación por que está pensando en su gran día en la ciudad con toda esa gente importante.



El Juez tiene la mirad perdida. El Secretario cree oportuno carraspear para sacarle de su abotargamiento.
- Toda esta instrucción me da dolor de cabeza. Don Ignacio, si es tan amable, señale si omito algo de lo que nos queda del sumario.
El secretario asiente mientras pasa hojas de su cuaderno de notas.
Después de andar en círculos por la habitación, el Magistrado se sienta y se atusa los bigotes. Utiliza un tono coloquial para una de sus habituales diatribas sobre principios.
- Como sabe usted bien, yo que siempre he sido hombre de orden, monárquico y fiel súbdito de la Corona, me veo en la embarazosa posición de instruir un caso que afecta a la nobleza. Pronto seré Diputado por La Coruña y...
Don Ignacio pone cara seria y extiende los brazos con aire de aprobación: “por supuesto”. El Juez siempre ha sido hombre de orden... del orden establecido, puesto que haber quien era el guapo que le ganaba a republicano durante el sexenio revolucionario.
- Decíamos que don Robustiano Pelegrín estaba en el suelo cuando llegaron los invitados y sus padres, a causa de la escandalera. Después fue trasladado a otras dependencias a la espera del médico de la familia.
Dirige la mirada a Don Ignacio y extiende su mano. El Secretario sonríe “hola, buen día”.
- ¡Por Dios!, a ver si estamos en lo que estamos. Necesito el informe forense.
El Secretario reacciona y le entrega el pliego a Su Señoría.
En la otra sala, Alvarito “dos luces”, a duras penas puede contener la risa y le indica a su compañero que ahora viene lo bueno.
- El informe dice que Robustiano tenía obstruida la uretra por una hoja de acacia que se le había incrustado profundamente. La citada hoja estaba envuelta en lo que se identificó como salmón ahumado de pésima calidad. Esto provocó la infección que no dejó otra vía que la amputación parcial del miembro.
Alvarito está que se troncha, pero su compañero palidece por empatía al imaginarse la situación.
- Si – dice el Secretario - , pero hay dudas sobre la causa primaria de la infección. Este segundo informe forense declara que Doña Jacinta Madrazo tenía varias enfermedades venéreas que pudieron contribuir al desaguisado.
Alvarito se torna de color cal viva al comprender sus escozores al orinar, mientras que una sonrisa resplandece de oreja a oreja en su compañero.
El Juez se despereza por la tensión acumulada y reanuda su trabajo.
- A partir de aquí, la diligente y discreta actuación de nuestra investigación va reconstruyendo los hechos. Doña Eloisa ,fruto del miedo, confiesa sus tratos con Patrocinio Corvas... – hace un alto y apostilla en tono confidencial: Por cierto, que el Obispado ya ha confirmado la nulidad del matrimonio. Esto... Sí, se descubre toda la trama y la Guardia Civil detiene Patrocino Corvas. Esta es interrogada por nuestros expertos y confiesa.
El Secretario rebusca entre sus papeles y dice:
- Señoría, no sólo confiesa, si no que además descubrimos que la conspiración es más profunda. Como no se pueden hacer tortillas sin romper huevos, tuvimos que ser un poco violentos con ella. Ya sabe Señoría que después, en el traslado, se cayo por las escaleras rompiéndose todos los dientes, amoratándosele ojos e ingles, etc. Le digo esto por que la defensa puede caer en la bajeza de apoyarse en la leyenda negra de la brutalidad policial. ¡Por favor!, - logra componer un tono de máxima afectación – El caso es que preguntada sobre la culpabilidad real del asunto, la detenida, que fruto del “accidente”, estaba obnubilada, declaró que del Quinqui. Bueno, la verdad es que parecía que decía “quinqué”, pero no tiene sentido y al faltarle los dientes... A la banda del “Quinqui” la llevamos persiguiendo varios años. Por fin dimos con ella y aunque al principio fingían no saber de que les estaban hablando, finalmente corroboraron nuestras hipótesis palabra por palabra.
- He oído – media el Juez – que durante el traslado intentaron huir saltando del carruaje en el que iban esposados.
- Sí. – reconoce el Secretario - , así se me ha informado. Contusiones múltiples, amoratamiento de ojos y pérdida de dentadura, parece como si lo hicieran a propósito. El caso es que la verdad se abrió camino y firmaron la declaración tal y como pensábamos que eran los hechos. Tenían un plan para apoderarse de la fortuna de los Condes de Ponferrada en complicidad con Patrocinio Corvas, Eloisa “la partera” y los Boticarios de la aldea.
- Bueno, pues asunto concluido- dice el Juez Instructor – Lástima no estar aquí cuando sean juzgados y con justicia condenados a Garrote – suspira - Pero tengo que ir a Madrid, un Diputado es un Diputado.
- Seguro, Señoría, sin ir mas lejos, ayer oí a su compañero, el excelentísimo Juez Don Carvajal, que después de juzgar a estos malandrines y agarrotarlos, daría una fiesta en su Pazo para celebrar su cumpleaños. Decía también que lamentaba mucho que Su Señoría no pudiera estar presente.
- ¡Créame que me pena!. Don Carvajal es íntimo mió pero el deber es el deber.




En la recepción del Palacio Real ya está la mitad de la concurrencia borracha perdida. La Regente, Maria Cristina tiene las mejillas sonrosadas y va del brazo de Cánovas.
- No es ese el Juez de Santiago. – Dice María Cristina.
- ¿Cual de los dos? – sobreactúa en su borrachera, aunque no demasiado, Cánovas del Castillo.
- Mire usted – la Regente se tambalea – me han contado que ha llevado un caso escabroso sobre los Condes de Ponferrada.
El Juez esboza una sonrisa forzada, eructa por el exceso alcohólico y dice:
- Er.. Fue un tema delicado. Una impostora no virgen, un pinchazo desafortunado en las parte nobles del novio... Parece ser que debido al “artilugio” que simulaba la virtud de la novia... Y una trama de estafa. Pero es un tema que mejor dejar a un lado y no creo que sea digno de Su Majestad.
Doña María Cristina realiza circulitos con su dedo índice y derrama si querer su copa en su acompañante. Hace una pedorreta con los labios, puesto que se le traba la lengua con tanto alcohol y espeta:
- ¡Lo que le debió de doler la aguja de acacia, jua, jua! – se troncha con estridencia.
- ¿Qué aguja de acacia? – dice Cánovas perplejo
Afortunadamente, el “Delfín”, que será conocido como Alfonso XIII ( vaya número, así le fue ), se ha escapado de sus aposentos por que no puede dormir.
- ¡Mama!, si esta noche no tienes clase de canto con el Capitán de la guardia vente a dormir conmigo que tengo miedo.
Canovas y el Juez opinan que hace mucho calor y que tal vez maña llueva. “Sic transit gloria mundi”.