Monday, January 09, 2006

HOMBRES DE PRO

juez

En un restaurante de la ciudad, de una conocida callejuela, se reúne el hampa local. La lluvia vuelve el suelo resbaladizo y saliendo de la reunión, un hijo de puta se descalabra dejando el aire más puro y más limpio.



Por los resquicios de la ventana entra la luz mañanera que haciendo cosquillas en la nariz del gran hombre, le provoca un fuerte estornudo que destroza su último sueño húmedo.
- ¡Pero Don Juan Luis Orduña y Tejada! , ¿no cree que va siendo hora de levantarse?. Le han llamado del juzgado cuatro veces. Lo siento pero voy a abrir la ventana - dice la nana Lucrecia.
La nana Lucrecia es una oronda mujer de unos sesenta años que fue ama de cría de Luisito. Cuando los padres del señor Orduña murieron, la mantuvo de asistenta por razones sentimentales. Al fin y al cabo, ella fue quien les sirvió el último té que con tanto cariño había preparado Don Luis.
- ¡No sé como se las apaña ! - insiste Lucrecia - ¡Toda la habitación huele a güisqui.!
-¡ Joder !, déjame dormir, nana - murmura Don Luis.
- Ya le he dicho que han llamado del Juzgado. ¿No se acuerda?. Hoy tiene un juicio importante. La secretaria ha dicho que hay tres testigos que han tenido que venir de propio desde Albacete y que están que se suben por las paredes. Llevan allí desde las ocho y son las doce del medio día.
- ¡Ta bien!...- masculla.
Don Luis Orduña y Tejada se levanta de la cama y se arrastra hacia el cuarto de baño. Cuando ha conseguido arrancarse las legañas con unos alicates y tiene la visión más despejada, comienza a poner muecas frente al espejo.
- ... ¿me dices a mi?.
- ... ¿me dices ami?.
- ... no veo a nadie más, por lo que supongo que me dices a mi.
© Clint Eastwood.
Se ha dado un perfecto baño con su patito de goma y una vez contento de jugar a las burbujas submarinas cuesqueras, se coloca un batín de cuadros para salir a la salita a desayunar. La nana ya le ha dispuesto todo como Dios manda en la mesa que da a la Plaza del Obradoiro. Desde allí, se permite dejarse llevar por las ensoñaciones de lo que será su futuro. Probablemente, será elegido para el Tribunal Superior de Justicia. Tiene buenos contactos en la política. Un alto dirigente del BNG es hijo de un honorable antiguo miembro del SEU (*era el sindicato falangista de estudiantes) de cuando su padre era jefazo del mismo en Galicia. Como pronto se convertirá en la última instancia judicial, el puesto del TSJ va a ser muy valorado y de enorme prestigio para el poder.
- ¡Nana! - grita Don Juan.
- ¡NANA!- grita más fuerte.
- ¿Aún estamos así? - le reprocha Lucrecia.
- Mira, tráeme el supletorio que voy a llamar al juzgado.
Lucrecia ya está acostumbrada. Hace un gesto de “ay señor, señor” y cumple con el mandato.
- Marisa... Sí, soy el Señor Orduña. Espera y escucha, el juicio va a tener que suspenderse, fija la vista para dentro de veinte días. ¿Qué?...¡Pues que se jodan!.
Don Juan de Orduña y Tejada no puede evitar que se le escape una risita cabrona cuando cuelga el teléfono. ¡Qué cojones!, con un poco de suerte pronto estará llamado a más altos menesteres y podrá olvidarse de casos de medio pelo. Cobrará cifras astronómicas por prevaricar legalmente al servicio de los políticos de turno, pero ¡qué coño!, todos somos mercenarios. Además, con un chalet en Ibiza para las vacaciones, las cosas tienen otro color. Nada impide que haga negocios por su cuenta. En Galicia, perdón, en Galiza hay suficientes narcos como para llenarse bien el bolsillo; y él, Don Juan Orduña, será la última instancia judicial. Bueno, siempre pueden protestar en Bruselas, que les harán el mismo caso que al gusano de tierra, ja, ju, ja. Don Juan nota un fuerte subidón de adrenalina sólo de pensarlo, incluso juraría que sufre una jocosa erección.
- ¡Nana! - llama otra vez el juez Orduña.
- Preparame un buen traje. Voy a ver a Xoan a la sede del partido. Que sea elegante, que se note que voy a ser Presidente del TSJG.

Han pasado veinte días y dentro de cinco será presidente de la más alta magistratura de la Naçió do Galiza do pobo galego, el pazo de Ulloa y la madre que los parió.
El agente de Justicia es un cero a la izquierda en todos los menesteres, pero eso sí, el gallego lo habla que da gusto. ¡Figúrense ustedes que no hay Dios que lo entienda!.
- Marisa - le cuchichea Don Juan a la Secretaria Judicial - ¿que carallo me quiere decir el bedel?.
- ¡Chist! - le recrimina - No son bedeles, son agentes de Justicia, bueno, creo que les han cambiado el nombre y son gestores de..., o ... Mira, no me acuerdo, pero no les llames así. Dice que los de Albacete no han venido.
- ¡Joder! - grita con una indignación colérica digna de Zeus - Me quedan cinco días y me quieren dar por culo en el último juicio. Este caso lo tendrá que llevar el próximo primo que ocupe mi puesto.
El Juez se pasea por la sala mirando con desprecio infinito a los asistentes. El, el gran hombre, uno de los futuros personajes más importantes de Galicia , él, que se ha levantado a las diez de la mañana para trabajar como un vulgar empleado...
- ¡Esto no queda así ! - grita.
- ¡Marisa!... Oficio, Orden de búsqueda y captura inmediata para los ausentes.
Don Juan Orduña sale de la sala regodeándose en la cara de susto que se les va a poner a los primos cuando la policía se los lleve esposados. Para celebralo se dirige al Restaurante Cona do Meiga. Allí se reúne al medio día, o más bien, desde el medio día hasta la hora de comer, la flor y nata de la judicatura. Está en una callejuela pero es de lo más chic y elegante.
Pronto una legión de pelotas le hacen corro y comienzan a tomar ribeiros para celebrar el ascenso del prestigiosísimo Orduña.
En la mesa contigua, otro juez discute con un compañero de profesión.
- Esto de que los políticos participen en la elección de los jueces es un desastre. Tendría que hacerse por concurso-oposición. Si se quiere que tengan experiencia que el concurso-oposición sea para los que lleven quince o veinte años de servicio, pero que no meta la mano el legislativo en el judicial; ¡es de cajón! - asevera Matías.
- ¡Coño Matías!, te veo un pelín cambiado. Ya me han dicho que te has dado de baja en la asociación de Jueces para la Democracia, pero reconoce que no siempre has dicho lo mismo. - le comenta su compañero.
- ¿Cómo que no?. Yo siempre he dicho que la justicia no tendría que estar politizada. Fíjate, ¿te acuerdas de la Tarruquitada?. Si hombre. del caso de Tarruquito, el que atropelló con saña al pobre peatón, no tenía carnet, se dio a la fuga, lo negó todo, luego le echó la culpa a su hermano, etc. Pues faltándole sólo mearse sobre la tumba de la víctima, el juez consideró que todo eran atenuantes y le puso la mínima pena. Esto no es lo extraño, lo extraño es que el CPJ no actuara de inmediato anulando el juicio y expulsando a este sujeto de la carrera judicial, sin perjuicio del proceso penal por prevaricación correspondiente. Pues bien, como el Consejo del Poder Judicial está mediatizado por políticos y son de su misma calaña, pasan olímpicamente de caso, sólo están pendientes de aquellos temas que interfieran en los intereses de los que les han colocado allí. - finaliza el discurso levantando las palmas como muestra de franqueza.
- Bueno - responde su compañero - , hay que respetar las decisiones judiciales.
- ¡¿Qué tienen que ver los cojones con comer trigo!?. Si un cirujano entra con una motosierra y se carga al paciente y a los enfermeros, a nadie se le ocurre decir que es su criterio. Son casos de flagrante disparate. Es como lo de la minifalda. Allí, la pobre mujer después de ser violada lo fue, en cierto sentido, por segunda vez en el juzgado, cuando el magistrado alegó que se lo merece por ir vestida como una puta. No me jodas, eso no se sostiene. Es imposible evitar que se cuele un chalado en cualquier gremio, pero para eso están los órganos encargados de velar por su funcionamiento. Claro, que como he dicho, sólo se preocupan de lo que atañe a la gentuza que los nombró. Concurso-oposición. - se reafirma Matías.
- ¡Vale, vale!. No te inflames tanto Matías que nos conocemos desde hace años. ¿No te presentaste tú a un concurso en el que te dieron por detrás?.
Matías se pone del color del culo de un Mandril.
- Sí, y se llevó la plaza esa Secretaria Judicial, esa furcia niñata con muchísimos menos méritos que yo, y sólo por que se estaba tirando al tío adecuado de Ferraz (sede del PSOE).
- Ya, - se sonríe su compañero - ¿y acaso no sabías ( no puede evitar poner tono de fiscal, que al fin y al cabo es su oficio ) que ese puesto estaba preconcebido sólo para profesionales progresistas de la Asociación, y que los demás estaban excluidos?. ¿Acaso no te presentaste aprovechando tu condición de juez progresista, a sabiendas de que compañeros tuyos estaban excluidos de antemano?. No jodas, Matías, ¿De qué te quejas?.
- ¡VETE A LA MIERDA!.
Matías abandona el garito y ve como los de la mesa de al lado, en la que se encuentra Don Juan de Orduña, le miran sonrientes como diciendo: “ eres como nosotros, en el fondo eres como nosotros “. En el fondo Matías lo sabe. Por ello va a realizar la ruta del orujo para purgar su mancillado espíritu. Si hace examen de conciencia, lo que le jode es que la puta niñata se llevara un puesto que creía amañado para él.

Don Juan Orduña se ha quedado a comer en el Cona de Meiga. Los ribeiros hacen efecto y le espera una larga jornada hasta el anochecer en tan entrañable lugar y tan buena compañía.
En torno a las nueve de la noche, un coche de la policía hace un alto en la calle del restaurante. Uno de los miembros policiales del vehículo quiere aprovechar para visitar a un pariente que vive en esa zona. Cuando el policía abre la puerta, uno de los ocupantes, uno de los Albaceteños que no se presentó al juicio ( uno de aquellos que como gilipollas había acudido desde Albacete en cuatro ocasiones para que luego se suspendiera ), sufre un ataque de claustrofobia y sale también. Cuando le llega a la policía una orden de búsqueda y captura, no saben nunca a que se debe, pero por lo general ésta sólo se emplea en casos de los delincuentes peligrosos y terroristas. No pueden imaginar que los tres primos sólo son testigos oculares de un delito menor , pero no los delincuentes.
El otro policía es nuevo e inexperto, piensa que el pobre hombre va a huir y le rompe las narices con la porra dejando un charco enorme de sangre coagulada en la calle empedrada. Al poco tiempo, baja el otro policía de la casa de su pariente y reemprenden su ruta. El veterano le recrimina al novato el estado en que quedará la tapicería del coche. Añade velados comentarios sobre quien va a tener que limpiarlo.
Poco después, rondando las diez de la noche, Don Juan Orduña abandona haciendo eses el restaurante Cona do Meiga. El suelo está resbaladizo por la lluvia. No puede evitar a tiempo un charco de sangre coagulada y resbala desnucándose contra un bordillo.