Friday, May 27, 2005

LA TASCA DE ELEUTERIO


En el bar de Eleuterio los mineros juegan a la morra*(juego similar a los chinos).
- ¡ Sais !
- ¡ Cinco !
- Has vuelto a perder, Marcos, te toca a ti.
Sebastián se baja los pantalones y se pone en cuclillas. Jacinto coge la jarra de vino y lo vierte por la raja de Sebastián; Marcos tiene que beberse todo. A esto se le llama beber vino a canaleta. Van doce rondas.
- El Suárez es el tonto de los palotes, el único que vale es el Felipe. - Dice Jacinto.
- ¡Na!. Suárez es tonto pero tu eres un rojo de mierda. - Farfulla Eleuterio con desprecio.
- Aquí no se habla de política, - dice Jacinto - aquí hemos venido a beber vino. ¡Eleuterio!, más vino, cojones. Por cierto, echanos del que tiene menos agua, ladrón.
El humo del tabaco crea un ambiente acogedor. El alcohol va haciendo presa en el sistema nervioso de los parroquianos.
- Marcos, eres un embustero. - vocea Sebastián
Marcos se levanta ofendido tirando la silla al suelo.
- ¡A mi nadie me llama embustero! - saca la faca - . A mi nadie me llama embustero y sale vivo. ¡Cabrón!. Jacinto separa a los encendidos contendientes. Jacinto es un hombre cabal y sabe que las cosas se solucionan civilizadamente.
- Mirad cabrones, esto lo arreglamos como hombres. - Comienza a explicar Jacinto. - Haremos lo que sigue: Cogeremos un cordel largo de esparto, os ataréis un extremo cada uno en los cojones y tiraréis en sentidos contrarios. Y bueno, el que se raje será el maricón del pueblo. ¿Qué?. - Eleuterio, el apuesto y elegante barman ya ha traído la cuerda.
Los agraviados se calman de golpe, al fin y al cabo son compañeros de trabajo y no hay que tomárselo todo a pecho. Ponen cara de que mejor dejar el asunto.
- ¿Qué pasa?. Ya os estáis rajando, sois los dos unos maricones. - Se jacta Jacinto.
- Oye hijo puta, si eres tan macho, lo haces tu. - Se indigna Marcos.
- Mira listo, te propongo una cosa. Tu te lo atas al cuello y yo a mis cojones , que son más gordos que todos los vuestros juntos. ¿Qué maricón?, ¿Te atreves?.
Marcos tiene la vena de la frente palpitando, le han llamado maricón y embustero en muy poco tiempo.
- Ea - Acepta el reto.
Los clientes hacen corro, Eleuterio ya montado las apuestas que están diez a una a favor de Marcos. Sólo el Juaqui, el hijo de la “Botonera”, confía en los cojones de Jacinto.

Salva no fue al bar esa tarde, estaba cansado y quería tomar la fresca en la plaza. Como las noticias vuelan , se entera de la peculiar apuesta que está teniendo lugar en la tasca de Eleuterio. Vuela a todo correr hacia allí pero cuando llega ya han echado el cierre. ¡ Mierda!, me he perdido una tarde gloriosa, mañana en la mina no se hablará de otra cosa y yo no lo he visto.
Por el camino a casa se encuentra al tonto del pueblo y a Laurita.
- Laurita, si te vienes a jugar conmigo a la balsa te doy veinte duros. - Dice el tonto.
- A verlos. - le desafía la niña.
- Oye tonto del haba - le susurra amenazante Salva - , como te vuelva a ver enredando con las niñas te desgracio. ¿Entiendes?.
El chaval se va corriendo como si le hubieran prendido mecha.
- Y por cierto, - le grita Salva en la distancia - Le diré a tu madre que le quitas dinero. - Vamos, Laurita, vamos para casa que ya le contaré a tu padre con quien tonteas.
- Vete a la mierda, voy con quién quiero. Si le dices algo a mi padre te echaré a ti las culpas. - le saca la lengua y se levanta la faldita. - Ya he jugado otras veces con el hijo de la “Botonera”, y por cierto, a tu amigo Marcos se lo han llevado corriendo a Zaragoza por que los del bar le han metido una botella por el culo.

PASA LA VIDA


En la estación de Nuevos Ministerios hay un hombre. El tiene la misión y el deber de encontrar una salida a su situación. Una hipoteca, una mujer, dos hijos, un perro y una suegra. Es un cabeza de familia típico y tópico. ¡Tócate los huevos !que se llama Pérez, ¡tócate los huevos ! que de nombre Juan.
Hace un mes se hizo un seguro de vida que cubre accidentes, pero como es lógico, no suicidios. Si se tira al tren y no parece a propósito, su familia cobrará casi dos millones de euros. La cosa es delicada, su restaurante está al borde de la quiebra y les debe dos meses de salario a sus seis empleados.
Su pobre mujer es profesora en un colegio público, y aunque el sueldo no es malo del todo, se dedica íntegramente al piso, el coche y letras diversas interminables. Su hija Clara, que tiene dieciséis años, es un amor; un amor que gasta lo que no está en los escritos en ropitas, zapatitos y vete a saber qué. Su hijo Juanito, de trece, es un manitas; lamentablemente sólo en le cuarto de baño. La santa suegra, doña Antonia, tiene sus cosas, digamos que tiene sus cosas. Finalmente, hay que contar que el capitán Bum, el perro, es muy bonito. Claro, es muy bonito y muy cagón, y muy meón, y muy peludo, y muy amable ( ¡joder!, sobre todo los días de lluvia que se te sube y se te sube). ¿Qué será de toda esta gente si todo se va al traste?.
A Bum le saca todas las mañanas y noches para que vaya al excusado. Si el señor Pérez faltara ¿quién lo pasearía?. La mujer, Mª Dolores, no tiene otra cosa que hacer, perdón: -”no tengo otra cosa que hacer que sacar a ese bobo con patas” - diría.
A Clarita se le correría el rímel y Juanito lo cambiaría por revistas porno. Más vale que la economía familiar no se vaya abajo y poder encontrar un canguro perruno.
Es curioso, pero Juan Pérez, solitario en la estación, se ríe con nostalgia. Puede que recuerde cuando de recién casados su mujercita y su suegra escogieron piso en Arturo Soria.

- Juan, deja de poner esa cara que pareces tonto. - Madre e hija le miran con la misma expresión, como si fuera un exótico tótem del Perú.
- Mujer, a parte del precio, es que el restaurante está en Torrelodones, y tu colegio en Collado Villalba. Si lo miramos bien...
- No nos avergüences - interrumpe la dulce Mª Dolores - , no nos avergüences delante de esta señorita tan amable que nos está enseñando el inmueble. Mira mamá, aquí la habitación de los niños y aquí, al lado de la nuestra, tu habitación.
Como Juan está fuera de juego, se mete las manos en los bolsillos y se pone, soñador, a mirar por la ventana. Una urraca se posa en el balcón, las otras están viendo la cocina.

En la estación, nuestro amigo ya no está solo, la alegría de la huerta, una sucursal de Don Simón , cosecha del setenta, se le aproxima cantando:
- Elay, elay que tengo hambre, elay, elay que tengo sed, elay elay que tengo todo, todito todo menos mujé.
Juan respira hondo y piensa en la insoportable levedad del pez. Evidentemente, Elay, elay se le acerca tambaleante, baboseante y explendorosante.
- Primo, primo, me dará una ayuda, que tengo tre hijo herfano que no comen.
- Si primo -se rasca el bolsillo y le da un paquete de chicles.
Elay los mira, los coge, se encoge de hombros y se va.

Cuando nació Clarita, en la maternidad no había ser humano con mayor cara de dicha que su padre. Con esas manitas que parecían de juguete, esos ojitos cerrados, como los de papá por la mañana y ese plácido acurrucamiento que Juan perdió el día en que se casó.
- Mira mamá, tiene la misma cara que tu - Juan tiene la impresión de haberse metamorfoseado en un mueble del hospital. Está vez no, esta vez meterá baza.
- Dolores, déjame a mi hija, déjame cogerla. - Súper Papá extiende los brazos y sostiene a su dulce retoño. No pasan tres segundos y un chorrito de pis le recorre la camisa. En condiciones normales, esto no afectaría lo más mínimo al orgullo y amor de ningún padre. El problema es que de forma inconsciente y a juzgar por las sonrisas siniestras de su mujer y suegra, tiene la certeza de encontrarse ante la firma de un triunvirato.
.
Elay se ha sentado en el banco de al lado, le hace un brindis con el cartón de vino mientras masca chicle con gran ostentación. Juan le devuelve el saludo. Del metro bajan dos chavales de la edad de Juanito.
- Mi padre es más tonto que tus huevos, chaval. Le he dicho que esta tarde nos íbamos con el colegio de excursión a Salamanca y ha tragado. Ciento cincuenta euros le he sacao.- Comenta la hazaña sin orgullo, simplemente es lo normal.
- ¡Bah!, hijo puta, quien se lo monta bien es Juanito que le dice a su padre que está en una academia de informática y con el dinero nos invita a la cabinas del sex-shop.
Si no fuera por que Madrid es muy grande, la descripción encajaría de lleno con su hijo. No puede ser, puesto que Juanito si aprende informática. O por lo menos se pasa mucho tiempo en el ordenador, con el internet ese. Suele llevarse a la habitación muchos pañuelos de papel, le deben de gustar los culebrones.

Cuando el año pasado llamaron por teléfono diciendo que habían expulsado a Juanito por acosar a una profesora, no se sorprendió, aunque su mujer decía que eso es lo que pasa en los colegios públicos. Ella se conoce muy bien el paño, tenía que haberle hecho caso e inscribirlo en el mismo que los vecinos. Se lió por medio la suegra, los anuncios de la televisión, no se quien que gritaba abajo y en fin; mucho calor. Juanito está ahora en un buen colegio, que ya no puede pagar, pero recibirá esa educación de los que son llamados a formar parte de las élites. Bueno, si llegara a ser un equivalente a jefecillo de redacción del Private, con tres cantos en los dientes se daría Pérez.

Los trenes siguen pasando y Juan no encuentra la forma de hacer que su muerte parezca accidental. La verdad es que debe hacer daño, además si algo sale mal puede perder las piernas. Es tarde, su familia le estará esperando: su mujer, Clarita, Juanito, el perro y la suegra. Es curioso, pero si repasa su vida y pone en un lado las preocupaciones, las responsabilidades y las posibilidades de futuro, se da cuenta de que muerto no va a mejorar en ningún aspecto. Saca su cartera, donde tiene la documentación, y la tira a la papelera. Si, en el fondo no va a dejar de suicidarse, pero a su manera. Bueno , puede que a la manera de otro y viviendo, que también es morir un poquito:
- Elay, elay que no tengo suegra, elay elay que no tengo fe, elay elay que no tengo nada, ni mujé ni perro ni me tiro al tren.
- Toma un chicle primo. - le contesta Elay.

PADRES DE LA PATRIA


Es un día glorioso, el presidente de una potencia emergente se dispone a dar un histórico discurso en la ONU. Está harto de que cuestionen su inglés. Como es un hombre sencillo y tolerante no se va a cortar.
Nervioso, se pasea por el pasillo cual padre primerizo de las películas; de los de verdad hablaremos otro día. Un tipo con ojos de huevo o tal vez un presidente de Sudamérica se cruza con él.
- ¡Che flaco!, nos estamos con vos, ¿sabes viejo?. Nos somos iguales, tenemos coshas en común que se yuxtaponen a nuestros ideales. ¿Comprendés? - le pone la mano en la mejilla y se le aproxima como para contarle un secreto. - Nos sabemos que la coyuntura se interpone en los movimientos dinámicos de las actuasiones pertinentes para conseguir las dispensas nesesarias en la evaluasión de la que dimanan nuestros intereses, ¿no?. - Se separa dos pasos y le sonríe como diciendo: “ ¿a que sí?, di qué sí bonito.”
Nuestro héroe, con un espíritu y fuerza de voluntad a prueba de bomba, estira sus labios, achica sus ojos y no acertando a decir nada murmura y da palmaditas en la espalda.
- Adiós ¡campeón!, llamáme un día destos. - ojos de huevo se aleja a saltitos , dándole vueltas al bolígrafo que pendía del heraldo del buen rollo, del mayor político de la historia y el mundo orbitante.
El presidente, repuesto del lance, repasa mentalmente su discurso. Necesita tomar unas notas. Se sienta en una butaca del pasillo, abre su portafolios y coge su ... - ¿ Dónde está mi boli? - hace un pucherito de desconcierto.
- Presidente, es nuestro turno - le recuerda su competente secretaria.
Como pierde el hilo de lo que iba a anotar, se encoge de hombres y chino, chano, se dirige al escenario. “No tropieces, no tropieces “ se va repitiendo el mantra mientras se acerca al atril. El primer ministro de una nación emergente y su bragueta abierta están preparados para dirigirse a la multitud.

- Leides and yeltenmans , ministers and ministars, pipol fron ol de güorl. Gud deis and japi güises, and japi güiiises for ol sivilisasions. - pausa larga estudiada por su primo del gabinete de márketing, en un master que dice que hizo en Cambridge para crear tensión sexual. In de pas , - prosigue una vez creado el efecto - de governant´s promais , güos a big lais . Ai promais you , lisen mi ebribodi , i promais you dat chumorrou, ¡ dat chumorouuu! dis güil bi diferent . De gud güil bi gud , de dei güil bi dei and not naig, ¡ and not naaaig! . Dis are de cheins dat mai cantri ofert tu de güorld . - le da un aire y se queda con las manos en alto. Reacciona y tamborilea finalmente sobre la mesa. Pone cara de gran aprobación y de estar encantado de haberse conocido. Enarca las cejas, con lo que le saca un ojo a una pobre mosca que pasaba por allí y abandona la sala ante el aplauso paróxico de Guinea Conakry.

HABLANDO SE ENTIENDE LA GENTE



Sonia es deportista, corre por el parque con sus pantaloncitos cortos y camisetilla de tirantes. Los abuelitos llenan su disco duro con imágenes evocadoras de pecados inexplorados y los gilis con crisis de los cuarenta, chupan rueda detrás de ella. Siempre realiza los estiramientos en la parte más concurrida, donde las mamás y los papás están con los nenes tomando el sol. Los papás miran al suelo con cara de póker y las mamás la taladran con odio. Los días eran anodinos hasta que se topó con Pedro.
- Vamos a ver zorra, ¿ qué estás buscando ? - Pedro coloca sus manos en jarras y le dedica una mirada desafiante.
- ¿Qué dices imbécil? - responde con gran indignación.
- ¡Se me pone chula!. ¡A mi! - se dirige a un público cada vez más escaso. - Estoy aquí con mi mujer y viene el putón verbenero a enseñarnos el culo.
- Pedro, déjalo estar, - dice Marisa, su mujer - nos vamos y ...
- ¡Tu te callas!, tu te callas. Marisa no te metas que me encuentras. ¿Vale?, ¡¿Vale?!. - Marisa se calla, es prudente.
- Bueno, ¿qué?, ¿te gusto? - mira de arriba a abajo a Sonia.
- No estás mal, tienes un polvo. - le guiña un ojo.
- Pues haberlo dicho, cooñe. - se le acerca y le hecha la mano a la cintura. No pasan tres segundos y le empieza a magrear el culo.
- Pe... ¡Pedro!, ¿qué estás haciendo?- se sorprende Marisa.
- Pues nada, que le gusto. Anda, pírate vaca-burra. - le da un apasionado morreo a Sonia y le hace notar su hierro candente. - ¿En tu casa o en la mía, reina?.
- En la mía, mi torero, en la mía. - responde Sonia triunfal.
Y es que hablando se entiende la gente. Hay cosas que quedan inconclusas y sin resolución por la falta de diálogo. Pedro estaba hasta los cojones de la doña angustias de su mujer, se le presenta un putón impresionante y no puede con su rabia. Luego resulta que lo inaccesible se pone a huevo. ¿Cómo?, pues hablando, joder, hablando.
Sonia, cuya afición son los sacrificios humanos (cada uno se entretiene como quiere), casi no tiene esperanzas de encontrar una víctima propiciatoria. Pero, ¡mira!, un poquito de conversación y cae del cielo un cervatillo. Si habláramos más el mundo iría mejor.

EL DARDO Y LA VICTIMA


"Si la piedra golpea al cántaro, pobre cántaro.
Si el cántaro golpea a la piedra, pobre cántaro; siempre pobre cántaro"
DEL TALMUD (más o menos)

- ¿Buenos días doctor?, ¿cree qué he tenido un buen día?. Tenemos menos de diez minutos para tu consulta, así que desembucha. ¿Qué nos pasa?.
El doctor Navascués mira con severidad al paciente. Juan es un pusilánime oficinista bancario con molestias en el testículo izquierdo. La enfermera debe de saberlo, me refiero a lo de pusilánime.
- Bueno, yo... Es que tengo molestias... - Juan, Gómez para más señas, está muy colorado , la enfermera es hermana de la dueña de la tienda de comestibles a la que acude su familia desde siempre.
- ¡Vamos!, no seamos vergonzosos. ¿Hemorroides?, ¿verrugas venéreas?. - Her Navascués se las sabe todas.
- No, es que me duele un testículo..., el izquierdo. - la enfermera Beatriz sonríe torcido, como con burla. Para colmo de males es tan víbora como buenorra.
- Bien, bien, bien, - se levanta y con un gesto le señala la camilla - pantalones fuera y boca arriba.
Juan obedece como un autómata, esta tan cohibido, que nota como se le encogen los huevos hasta casi incrustarse en el peritoneo. Con su cabeza escarlata y escuchimizadas garrillas blancas, se pone decúbito supino.
- ¡Joder!, ¿Donde tiene este tipo los testes?, no palpo nada. - se gira hacia Beatriz como diciendo: - mira tu a ver si... -
La emfermera con una vocecita de - ya veras cuando lo cuente en el bar - le dice al enfermito: estás muy tenso, Juan. Luego, se vuelve hacia el doctor:
- Su madre siempre cuenta en la tienda que Juanito es muy nervioso. Cuando era pequeño, al acercarse el día de Reyes, se pegaba tres o cuatro con diarreas. Además una vez...
El teléfono suena y es atendido por Her doctor. - Si, comprendo...
- Lo siento Juan pero tengo que ir al Hospital General cagando leches. No te preocupes, la doctora Galindez está en la consulta de al lado, voy a hablar con ella para que se ocupe de ti. Y tranquilo tío, que si hay que cortar te los proteges muy bien. Es broma. Adiós Juanito.
Al salir deja la puerta abierta. La camilla está orientada de tal forma que todo el ala sur de la sala de espera ve al señor Gómez en tan elegante pose. Por fin, Beatriz cierra la puerta y acercando su escotadísimo cuerpo a la víctima le asegura que la doctora Galindez vendrá en seguida.
- Bueno Juanito, parce que estamos más tranquilos. - se sienta descuidadamente en la camilla y le apoya la mano en el muslo. - Cuando ayudo a mi hermana en la tienda y te veo, nunca hablas mucho. - la mano le da unas palmaditas y parece acercarse a zonas peligrosas. Sólo lo parece, por que enseguida se levanta y se pone a revisar recetas.
- ¡Buenos días! - dice una voz infantil. Es la doctora Galindez que tiene la voz como la cara. Aparenta ser esa muchachita traviesa que, que narices, uno sueña con clavársela.
El acopio de tensión hace que Juan note un cosquilleo en el bajo vientre. La verdad es que no sabe si está al borde de la eyaculación o de cagarse.
- ¿Que le pasa a nuestro paciente, Beatriz?
- ¿Acaso no puede preguntármelo a mi? - piensa Juan.
- Le duele un testiculillo - retintín, retintín.
- Vamos a ver. - Miss Galindez manipula el huevo izquierdo como si fuera el dial de la radio. Su mano se posa sobre un pene que en breves momentos va a adquirir vida propia. - No parece estar inflamado. - añade Galíndez.
- No, no lo parece - comparte Beatriz.
Una súbita erección escupe semen como un grifo de cerveza. Dos chorretones blancos se derraman por el cristal de las gafas de la doctora.
- ... Señor Gómez, nunca había visto algo semejante. Debe ser que se ha puesto nervioso. Le voy a prescribir una ecografía. Espero que si le toca una radióloga no monte el espectáculo.
- No se que ha podido pasar - dice con una voz que no le llega al cuello. Beatriz, superada la cara de circunstancias vuelve a sonreír torcido.
- No creo que le ocurra nada, pero por si acaso descartaremos la existencia de un varicocele.
- Juan recoge el volante y , siempre mirando al suelo, sale de la consulta. Vivir en un pueblo pequeño garantizará que no solo el ala sur de la sala de espera disfrute a su costa. No es lo mismo que aquellos que le vieron en tan sugestiva pose, cuando estaba la puerta abierta, pensaran en posibles enfermedades de Venus, a la certeza de lo ocurrido. ¡A amigo!, trabajar en un banco le da información privilegiada sobre la salud económica de sus convecinos. Si va a ser la comidilla, que lo sean todos, o como dicen en su pueblo, " o follamos todos o tiramos la puta al rio":
- Pues los López mucho aparentar pero están tiesos como... - se imagina chascarrilleando Juan Gómez. - ¡ No es lo mismo !, no es lo mismo - piensa con acierto - y de tiesuras mejor no hablar. Además, los que han nacido para diana no pueden tirar dardos. Está escrito

UN DIA NEFASTO




- Luismi, no te puedes rajar ahora, ayer lo dejamos casi todo terminado. - dice Santi. Tienen 12 años y viven en Alcorcón. Están hablando del Indio y del Pelayas, dos compis del colegio. Son de esos amiguitos que en el recreo te quitan el bocata y lo que lleves con hostia de propina. - Tenemos que hacerlo, - continúa Santi. - ellos siempre intentan ir con chicas a la caseta de obras que ya conocemos bien ¿no?. Hoy irán, ya te dije que se lo oí a Susana. “ Sabéis que la puta de la Yenifer y la Silvia van a ir al garito con el Javi y el Pelayo el viernes. “
Hace frío para ser últimos de Febrero, pero Luismi está perlado de sudor. Probablemente sea miedo o quien sabe si pánico. No hay marcha atrás de todos modos. El indio y el otro siempre se pasan. No son de los peores, ni siquiera son navajeros, pero es un incordio aguantarlos.
- ¿Seguro que no aparecerán hasta las seis ?. - Luismi mira a todas partes, no lo tiene claro.
- Que sí atontado, que se quedan jugando a la play con el Ismael, han quedado luego - responde con irritación Santiago.- Acto seguido hurga en su mochila, todo está en orden. Conforme se aproximan a su destino, el estómago de su amigo no deja de contraerse y contraerse. Le da un ataque de tos y vomita la pizza de la comida.
- Eres un cagón. - la cosa empieza a cansarle. - ¿No ves que es necesario ?-. En silencio llegan al objetivo. Hay que dejar la mayoría de las cosas listas antes de que lleguen los otros.
Como el plástico de la barraca está lleno de agujeros, no se notarán los cuatro extras que hay a ambos lados del quicio de la entrada. La puerta es de las que se abren hacia afuera, una vez dentro las presas, bastará introducir los alambres que bien anudados impedirán cualquier escape. Ayer por la noche dejaron dentro el bendito bidón de plástico llenito de gasolina. Está casi pegado a la parte trasera de la caseta y escondido bajo los tubos de pvc; allí donde hicieron los dos imprescindibles boquetes de unos diez centímetros de diámetro en la pared.
- Vamos a repasarlo todo Luismi, nosotros nos quedamos escondidos detrás, no te preocupes que sabes que no hay ventanas. - Santiago tiene dudas de que le esté escuchando. - Cuando estén dentro, con cuidado, ponenos los alambres en la puerta. Hasta aquí fácil ¿sí o sí ?. - Se oyen voces a lo lejos, - venga Luismi, no la jodas ahora que ya vienen.
- Indio, ¿llevas calzoncillos?, Silvia dice que no llevas - grita Yenifer. - Yo no le he dicho nada - grazna entre risitas la aludida. El Pelayas hace un intento de bajarle los pantalones para verificarlo. Todos ríen y son felices.
- Ya han entrado. - Santi está exultante. - Despacio van rodeando el garito hasta la puerta, Luismi se tropieza y cae de morros contra una piedra. Dos cordones de sangre brotan de su nariz. Parece una fuente, debe ser la tensión que le convierte en un verdadero manantial. - Mira que eres torpe. - su amigo rebusca en la mochila y saca dos trozos de algodón. - Ponte esto. - Se lo piensa. - mejor te lo pongo yo, tu igual te lo metes en los ojos. Llegan delante de la puerta, el uno es la felicidad en estado puro, el otro es un Zombie con torundas blancas en las napias.
- Sujeta la mochila. - El catatónico amigo obedece como un robot. Con una pericia fuera de serie termina el trabajo. - Hala!, vamos patrás. Tiene que darle dos golpes en la cabeza para que reaccione.
- Habéis hecho trampas, - dice Silvia - siempre me toca desnudarme a mi.
- Pelayas el tienda de campañas - rima el Indio.
Detrás nuestros amigos han desmontado el operativo: tubo de goma, embudo, algodón, cinta aislante, lápiz, alcohol y estilete largo. - Venga Miguelito, tu clavarás el punzón por el hueco de abajo en el bidón y mientras yo echaré el alcohol por el de arriba. ¿Qué te he dicho?. Habla periquito, haabla - le pasa la mano por delante de la cara.
- Ñio cavaré el puñon - responde al fin el muerto viviente con acento nasal de Yorkshire.
- ¿Cómo que no lo clavarás?.
- Ñigo que ñi lo cavaré - la cabeza hacia delante, la cabeza hacia detrás, la cabeza hacia... etc.
- Macho, es que no se ten entiende ñada. - se sonríe mientras termina la mini antorcha con el lápiz, cinta y tal.
Por fin la cosa empieza a funcionar, Ñuisñiguel con su tembleque clava el pincho en el depósito mortal a través del agujero de abajo y simultáneamente Santiago introduce el alcohol por el de arriba mediante la goma. Como hay muchos rollos de tubos sobre el regalito, los excitados y felices inquilinos no notan nada; o casi
- No oléis a gasofa, yo huelo a gasofa. - dice Yenifer mirando a todos lados.
- Tía no jodas, has sacado ochos y pagas. Te tienes que sentar encima del Pelayas en calzoncillos sin bragas.
- Da lo mismo, lleva tanga. - ríe Silvia.
Si se echa el lápiz encendido muy pronto, puede que el alcohol no llegue a prender el combustible. Si se echa muy tarde pueden olerse el pastel. Santiago calcula que la gasolina que mister miedo ha vertido al pinchar el depósito ya estará a punto de ser visible; en fin es la hora.
- ¡Tía, tía, sale fuego de los tubos. - se levanta Yenifer de un salto del montículo del Pelayas.
- Sale fuego del pito de este - señala el Indio.
Ocurre en segundos, un gran fogonazo extiende las llamas por toda la caseta. Pelayo tiene las piernas ardiendo, se levanta, pero como sus pantalones están el los tobillos (chico malo ), vuelve a caer al suelo. Todo son gritos y alaridos de terror. El humo negro convierte los ojos del Indio en dos faros infernales y es el único que intenta abrir la puerta. Al darse cuenta de que no se puede abrir, sus últimos segundos son de revelación. El conocimiento es malo. Sus compañeros de desgracia llegarán a la inconsciencia en el mismo tiempo que él, pero, mientras que aquellos no han podido reflexionar sobre la situación, este muchacho tiene nada más y nada menos que una certeza: van a morir.
- Estos cabrones casi no han sufrido. - Sentencia Santi frunciendo los labios en posición “mecachis”. - Bueno, nos vamos “ aquí no hay nada que ver.” (voz del oficial Barbredy, o como se escriba, de la serie South Park.)
La carretera está a unos doscientos metros y los edificios más próximos poco después. Una colosal columna de humo negro tiene que ser vista incluso desde Madrid. ¡joder como arde una mierda tan pequeña!.
Lo inevitable, un coche de policía se detiene en el margen de la carretera. - ¡Chavales !, ¡ eh, vosotros!, el de la mochila y el lelo. ¿Que cojones habéis hecho ?. - El poli ya está a diez metros de ellos. - ¡Hostia puta , el Santi !. ¿Que haces aquí , sobrino?.
- Ya te lo dije, marica, joder a esos capullos.
No ve venir la colleja de su tío, pero es inevitable, la mano resbala y de rebote le da en las narices a Luismi. El Danubio rojo “ is back “.
- Lo siento Miguelin, pero no me gusta que Santi tenga la boca tan sucia. - ahora mira seriamente a Santiago y poniéndole la mano en el hombro:
- ¡Joé!, haberme avisado. ¿Qué pasa si te pillan?, ¿sabes el disgusto que se llevaría mi hermana?. Tendré que montar películas con los cuerpos, que si tal, que si Pascual... Claro, no piensas, eso es lo que os pasa a los chicos de ahora. Menos mal que me olía la tostada. - Rafael. - Le grita a su pareja. - Llama a la central y les dices que nos encargamos de todo, ¿vale?.
- Vale. - Rafa “ el botijo “ responde con laconismo y mirada de infinita tristeza.
- Claro, mientras estabais haciendo el tonto no os habéis enterado de nada ¿no?. - pregunta a los dos poyos.
- Ñe que - dice Luismi.
- De que hoy es UN DÍA NEFASTO. - Pausa solemne... - Hemos perdido la Champions.
La sangre de Miguel se seca de golpe, Santiago no puede dar crédito a sus palabras. Hay cosas tan irreparables que dan ganas de morirse. ¿Como puede el destino generar tanto horror?. En el fondo son niños. Obsesionados con nimiedades se olvidaron de que hoy, precisamente hoy, se jugaba la final.